Tokio. AFP El legislador y actor Taro Yamamoto, quien se atrevió a entregar en la mano al emperador japonés una carta sobre el drama nuclear de Fukushima , desató una polémica y fue acusado de “instrumentalizar políticamente” al heredero de una dinastía de 2.600 años, considerado inaccesible.
Durante una recepción organizada el 31 de octubre por el emperador Akihito en el palacio imperial, Yamamoto, militante antinuclear de 38 años, le entregó una carta caligrafiada con un pincel sobre papel tradicional doblado como un acordeón, con el fin de alertarlo sobre la situación en la región de Fukushima, la central atómica japonesa que sufrió en marzo del 2011, cuando tuvo lugar un sunami gigante, el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986.
El video de la escena muestra a Yamamoto entregar la carta a Akihito y conversar brevemente con el emperador. Quienes rodean al emperador, parecen estupefactos.
Hay quien sigue considerando que el soberano, heredero de una dinastía de 2.600 años, tiene que ser inaccesible, salvo cuando él mismo lo decide y optar por salir al encuentro de su pueblo, como hizo Akihito tras el sunami del 2011.
No leyó la carta. La poderosa Agencia de la Casa Imperial japonesa (Kunaicho), que vigila la comunicación de la familia imperial, confiscó inmediatamente la carta, que el emperador no leyó, y condenó la actitud del senador. Uno de sus dirigentes, Shinichiro Yamamoto, calificó de “inapropiado” el gesto del militante antinuclear.
Al comparecer ante la comisión del Senado para explicar su acto, el parlamentario dijo que no se “había dado cuenta de que una acción de este tipo violaba las reglas”.
“Aceptaré cualquier decisión o juicio del Parlamento”, afirmó, pero descartó renunciar a su banca en la Cámara Alta.
El senador afirmó que solo quería alertarlo sobre los problemas de salud de los habitantes de la región , en particular los niños y trabajadores de la central atómica.
El emperador, jefe de Estado de Japón , ejerce una función simbólica y sin poder político. Akihito accedió al trono del Crisantemo en 1989, tras la muerte de su padre, Hirohito , quien reinó por 62 años.
Contrariamente a su padre, considerado un dios viviente, Akihito no quiso ser totalmente inaccesible. Se casó con una plebeya y sus viajes contribuyeron a atenuar el doloroso recuerdo del pasado militarista de su país.