Venecia (La Nación, Argentina. GDA). Gran dolor provocó ayer en Italia y en el resto del mundo católico la muerte del cardenal Carlo María Martini, jesuita de 85 años, experto biblista y prestigioso emblema intelectual del ala progresista de la Iglesia, famoso por su capacidad de diálogo y estilo de vida simple y humilde.
Papable en el cónclave de 2005, autor de varios libros que se convirtieron en best seller -como “¿En qué creen los que no creen?”, junto a Umberto Eco-, Martini, que padecía el mal de Parkinson desde hacía varios años, murió en una residencia de jesuitas de Gallarate, en la provincia de Varese, cerca de Milán.
Sus condiciones de salud, que se habían agravado en los últimos meses -tanto es así que había dejado de escribir su columna dominical en el Corriere della Sera- se precipitaron anteayer por la noche.
Su muerte fue anunciada ayer por la tarde por el actual arzobispo de Milán, Angelo Scola, que hizo saber que hoy se abrirá la capilla ardiente en el Duomo de Milán, donde pasado mañana se celebrará el funeral.
Nacido cerca de Turín, en el noroeste de Italia, en 1927, Martini ingresó en la Compañía de Jesús con tan sólo 17 años.
Ordenado sacerdote a los 25, fue rector del Instituto Bíblico, de la Universidad Gregoriana y arzobispo de Milán desde 1979 hasta 2002.
Famoso por su apertura al diálogo ecuménico e interreligioso, en 1987 lanzó la "Cátedra de los No Creyentes", ciclos de encuentros temáticos en los que invitaba a conversar a personalidades laicas del mundo de la cultura y de las instituciones.
"Cada uno tiene en sí a un creyente y a un no creyente, que se interrogan mutuamente", dijo en una de esas ocasiones, en las que se tocaron temas que fueron desde "el sentido del dolor" hasta el "silencio de Dios", los "sentimientos" y la justicia.
Otra iniciativa importante de Martini, que solía visitar a los detenidos, fue la introducción en la diócesis de la "Escuela de la Palabra" para acercar los laicos a las Sagradas Escrituras con el método de la Lectio Divina (rezar leyendo la Biblia).
El episodio más recordado fue cuando las Brigadas Rojas (terroristas de izquierda que ensangrentaron Italia en la década del 70) se rindieron ante el cardenal y le dejaron en la curia las armas.
Tras abandonar en 2002 el arzobispado de Milán -la diócesis más grande de Europa-, el cardenal Martini pasó un largo período en Jerusalén, donde siguió sus estudios de las Sagradas Escrituras.
En 2008, al agravarse el mal de Parkinson, volvió a Italia, retirándose a vivir en la residencia jesuita de Gallarate, donde murió.
Candidato de los sectores más progresistas como sucesor de Juan Pablo II, el cardenal Martini nunca ocultó sus posiciones abiertas en temas "tabú" para la Iglesia Católica, como la comunión a los divorciados vueltos a casar o los métodos anticonceptivos.
Durante un especial sínodo de Obispos para Europa, en 1999, causó revuelo al proponer un tercer Concilio Vaticano para discutir cuestiones candentes como la sangría de sacerdotes, el rol de las mujeres, el rol de los laicos y la disciplina del celibato.
En 2006 también causó polémica al admitir la legitimidad del uso del preservativo como un "mal menor" en la lucha contra el flagelo del sida.
"Hay que hacer de todo para contrastar el sida, y ciertamente el uso del profiláctico puede constituir en ciertas situaciones un mal menor", dijo, en un largo “Diálogo sobre la vida” donde abordó diversas cuestiones con el famoso cirujano católico italiano Ignazio Marino, del Partido Democrático, publicado en el semanario L'Espresso.
En ese mismo diálogo, al tocar el conflictivo problema de los embriones congelados destinados a morir, Martini también sorprendió al admitir la posibilidad de que mujeres solteras puedan adoptarlos, con tal de evitar su destrucción.
"Me parecería éticamente más significativo inclinarse hacia la solución que permite a una vida expandirse, más que dejarla morir, pero comprendo que no todos piensen lo mismo", sostuvo el cardenal, que opinó que "la inserción de tales embriones en el seno de una mujer, también soltera, parecería preferible a la pura y simple destrucción".
En junio pasado, cuando Benedicto XVI visitó Milán, el cardenal Martini mantuvo un encuentro privado con él en una sala del arzobispado. Entonces, con un hilo de voz, alentó a Benedicto XVI a "llevar adelante la pesada Cruz de este difícil período".
En un telegrama al cardenal Scola, el Papa elogió ayer el generoso servicio al Evangelio y a la Iglesia de Martini y su "intenso trabajo apostólico" como jesuita, profesor y "eximio biblista".
El obispo expresó su apertura frente a temas espinosos, como la comunión a los divorciados o el uso de anticonceptivos.