Túnez AFP Las autoridades tunecinas no dejan de repetir que llevarán a cabo “una guerra sin piedad contra el terrorismo”; sin embargo, el ataque contra el Museo del Bardo, muestra que el país no logra definir un plan para enfrentar el auge de varios grupos yihadistas.
Después del atentado del miércoles, el primer ataque contra extranjeros desde la revolución del 2011 que provocó la dimisión del dictador Zine el- Abidine Ben Alí, varios observadores señalan la necesidad de adoptar un enfoque claro.
“Ya no es posible engañarse o engañar a la opinión pública”, advirtió el diario Le Quotidien en un editorial, en el que se refirió a la existencia de “miles de terroristas que actúan en Túnez, Libia, Siria e Irak”, reclutados o entrenados en el país.
Entre 2.000 y 3.000 tunecinos combatirían en las filas yihadistas en el extranjero. Medio millar más ha regresado a Túnez, según la Policía, y son vistos como amenazas a la seguridad.
Las autoridades también temen por el peligro que supone el caos en el que se halla Libia, además de las acciones llevadas a cabo por un grupo vinculado a al-Qaeda en la frontera con Argelia.
Tras el ataque, muchos dedos acusadores apuntaron al partido islamista Ennahda, que gobernó Túnez con otras dos formaciones desde finales del 2011 hasta principios del 2014.
“Lo menos que se puede decir es que sus dirigentes fueron permisivos”, dijo el diario La Presse . “No supieron evaluar la amenaza”, estimó el periódico.
Pese a que el gobierno actual puso como una de sus prioridades la lucha antiterrorista, el primer ministro, Habib Essid, tuvo que reconocer, este jueves, la existencia de “fallas en todo el sistema de seguridad”.
“Las estructuras (de seguridad) no están adaptadas. Es necesario que la cadena de mando sea eficaz; es decir, que las órdenes pasen con fluidez”, afirmó Ahmed Driss, presidente del Centro de Estudios Mediterráneos e Internacionales (CEMI), quien estima que una reforma de este tipo ya debería haber sido implementada hace años.
Además, el experto destacó que el ataque del miércoles muestra que ahora los grupos terroristas golpean símbolos de la soberanía del país, mientras que antes estaban relegados a las montañas.
Si bien la mayoría de la violencia atribuida a los yihadistas se produce en la frontera con Argelia, ya había habido atentados en las ciudades, como el asesinato en 2013 de dos opositores laicos, Chokri Belaid y Mohamed Brahmi y el asalto contra el domicilio del ministro de Interior en la gobernación de Kaserín.