Hasta hace algunos años, en la misma China la pregunta de quién era Xi Jinping se topaba regularmente con esta respuesta: “Es el esposo de Peng Liyuan”, una de las artistas más populares del país.
Poco se sabía de ese hombre alto y de comedido peinado, quien, a pesar de ese bajo perfil, cargaba a sus espaldas una sorprendente carrera política en un país de más de 1.300 millones de habitantes.
Nacido en Pekín en 1953, Xi es uno de los llamados “príncipes” comunistas, o hijos de familias de altos dirigentes del régimen.
Su padre, Xi Zhongxun, uno de los fundadores del Partido Comunista, ocupaba en 1962 el cargo de vice primer ministro cuando fue acusado de traición contra Mao Zedong. Fue enviado a la cárcel, sacudiendo la suerte de la familia del pequeño Xi.
Como tantos otros jóvenes de la Revolución Cultural, Xi viajó al campo, a la provincia norteña de Shaanxi, con el fin de reeducarse y “aprender de las masas”.
Refiriéndose a aquellos años de soledad y trabajo, Xi –acorde con las breves sentencias chinas–, dijo alguna vez: “Los cuchillos se afilan en la piedra. La gente se pule con las adversidades”.
A su regreso a Pekín, estudió Ingeniería Química en la Universidad de Tsinghua, el actual vivero de los líderes comunistas (también Hu Jintao, el anterior presidente chino, se formó allí). En ese prestigioso centro también lograría un doctorado en teoría marxista.
Chocó nueve veces con las puertas del Partido Comunista hasta que en 1974 fue aceptado como secretario local de la formación en la provincia de Hebei.
Desde entonces fue cosechando cargos cada vez más elevados.
En el 2007 pasó a formar parte del Comité Permanente del Politburó, el máximo órgano del Partido. Un año después se convertía en vicepresidente de China, el cargo que ya lo colocaba como principal favorito a ser el máximo líder de la “quinta generación” del régimen comunista.
Llegó a la cabeza del país con fama de luchador contra la corrupción y de ser un ortodoxo respecto al comunismo.
Responsable de la organización de los Juegos Olímpicos de Pekín en el 2008, Xi es fanático del futbol y de las cintas de guerra de Hollywood.
Se espera que comande el país en la próxima década, etapa en que China podría convertirse en la primera economía mundial. Xi deberá decidir cómo imprime su sello.