Los jóvenes, en su mayoría adolescentes, bloquearon con contenedores de basura calles cercanas al Palacio Presidencial, en medio de gases lacrimógenos y humo irrespirable.
“El cólera, es la Minustah la que lo trajo”, “Que se vaya la Minustah”, gritaban enfurecidos los jóvenes contra la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (Minustah).
“La Minustah vuelca excrementos en la calle”, se podía leer en una pancarta, en medio de rumores, desmentidos por la ONU, que acusan a los cascos azules nepaleses de haber introducido el cólera en Haití.
El cólera amenaza con propagarse de una forma exponencial si se infiltra en los campamentos de Puerto Príncipe, donde cientos de miles de refugiados viven amontonados en precarias condiciones.
El históricamente pésimo sistema sanitario y la falta de acceso a agua potable empeoraron después del terremoto del 12 de enero, que dejó 250.000 muertos y a 1,3 millones de personas sin techo, además una averiada red cloacal.
Más de 1.100 personas murieron a raíz de las fuertes diarreas que provoca la bacteria del cólera, y las autoridades haitianas cifran en más de 18.000 los contagiados con la enfermedad.
En la vecina República Dominicana, que comparte la isla La Española con Haití, el Gobierno incrementó las medidas preventivas, en especial a lo largo de los 376 km de la frontera común: redujo el comercio binacional, limitó al máximo el ingreso de haitianos y dispuso zonas de lavado de manos y desinfección de vehículos en los pasos fronterizos, además de montar laboratorios para análisis de casos sospechosos.