La distancia de 1,6 millones de votos que el fallecido Hugo Chávez había puesto entre su Socialismo del Siglo XXI y la oposición en las elecciones del 7 de octubre se ha evaporado y reducido a 260.000 sufragios, en lo que para analistas es una prueba de que la campaña de Maduro fue un fracaso. También influyó el desgaste para el Gobierno en los últimos meses con una devaluación aprobada el 8 de febrero que fue muy impopular y un incremento de la percepción de que la economía va por mal rumbo.
Con estas premisas, Maduro queda ahora al frente de un Ejecutivo con una inflación que en los primeros tres meses se disparó hasta el 7,9 % (el Gobierno aún no ha informado oficialmente del dato de marzo) como consecuencia de la devaluación, problemas de desabastecimiento de productos y de acceso a divisas.
Además, encabezando la agenda de las preocupaciones de la gente, está la violencia que cobró la vida de 16.000 personas en el 2012.
Cuenta, sin embargo, con el respaldo del Parlamento, donde el chavismo tiene mayoría absoluta, y del TSJ, órgano que, según analistas, no emite una sentencia contraria al Gobierno desde hace diez años.
Pero Maduro debe encarar los problemas del país con el lastre añadido de que la oposición no reconoce su legitimidad hasta que su victoria no sea refrendada por el recuento de los votos.
“La gobernabilidad del presidente Maduro se ve muy duramente comprometida, es un triunfo muy pobre y ahora cuestionado”, dijo el director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León,