Washington. AFP. Era la viva imagen del asesino, tenía el mismo nombre de pila y estaba cerca de la escena del crimen a la hora fatídica, pero era inocente: Carlos DeLuna pagó el mayor precio y fue ejecutado en forma equivocada en Texas en 1989, según una pesquisa divulgada el martes.
Incluso, “todos los parientes de ambos Carlos los confundieron” y DeLuna fue sentenciado a la pena capital y ejecutado solo sobre la base de relatos de testigos pese a una cantidad de señales de que no era culpable, explicó el profesor de leyes James Liebman.
Liebman y cinco de sus estudiantes en la Facultad de Derecho de Columbia pasaron casi cinco años estudiando minuciosamente los detalles de un caso que el profesor califica de “emblemático” del fracaso del sistema legal.
DeLuna, de 27 años, fue ejecutado por inyección letal en 1989 tras “una investigación muy incompleta. No hay duda de que fue un fracaso”, manifestó Liebman.
Los autores de la pesquisa hallaron “numerosos errores, pasaron por alto pruebas y oportunidades que permitieron a las autoridades procesar a Carlos DeLuna por homicidio, pese a la evidencia no solo de que no había cometido el crimen, sino de que otro hombre, Carlos Hernández, lo había hecho”, dice el informe de 780 páginas.
Titulada Los tocayos Carlos: anatomía de una ejecución injusta , la pesquisa aborda los hechos en torno al asesinato en febrero de 1983 de Wanda López, una madre soltera que fue apuñalada en la gasolinera donde trabajaba en una tranquila esquina de la ciudad costera texana de Corpus Christi.
Hasta el día en que murió en prisión por cirrosis, Hernández admitió ser el asesino de Wanda López, explicó Liebman.