Entre tanto, decenas de miles de personas salieron a las calles en un suburbio de la capital, Damasco, para velar a 11 residentes que murieron el domingo a manos de las fuerzas de seguridad o en choques entre soldados y desertores.
La multitud en Douma –que según un activista ascendió a 60.000 personas– estaba protegida por decenas de desertores del ejército que controlan el área después que las fuerzas del régimen se retiraron el domingo por la tarde, dijo un residente, Samer al-Omar. La versión no pudo ser confirmada de manera independiente.
El presidente Bashar al-Asad culpa, por el levantamiento iniciado en marzo, a terroristas y bandas armadas, en una conspiración extranjera para desestabilizar el país. Su régimen respondió con una represión brutal que según Naciones Unidas ha dejado 5.400 muertos.
Ayer falleció al menos una decena de persona en distintos puntos. Entre las víctimas mortales, figura un menor y un soldado desertor, que fallecieron en la provincia de Homs, uno de los principales bastiones de la oposición a al-Asad.
La Liga Árabe intentó contener el baño de sangre condenando la represión, imponiendo sanciones y despachando un equipo de observadores a Siria.
El domingo, la Liga propuso un gobierno de unidad en dos meses, que convoque a elecciones parlamentarias y presidenciales bajo supervisión árabe e internacional.
La propuesta también sugiere que al-Asad otorgue a su vicepresidente poderes plenos para cooperar con el gobierno propuesto durante un período de transición.