Kabul. AP Oculto en un campo de amapolas, un joven teniente pide por radio un ataque aéreo contra un complejo donde se cree hay un francotirador que dispara contra sus efectivos. Petición negada. Podría haber civiles en el lugar y los soldados no pudieron ver ningún resplandor que les diera la certeza de que el atacante estaba ahí.
La frustración del teniente es un callejón sin salida que con frecuencia enfrentan las fuerzas de la OTAN en Afganistán: ¿Cómo proteger a la tropa contra un enemigo que vive, y lucha, entre la población, sin matar a civiles y ganarse la enemistad de la población?
Las quejas de los soldados son uno de los problemas que enfrentará el general David Petraeus, además de las relaciones con un débil Gobierno afgano y con los aliados, el progreso escaso e incierto en el campo de batalla y los frágiles lazos con la parte civil de la misión.
Pero lo más importante para las tropas que comanda es si se mantendrán las reglas impuestas por su predecesor, el general Stanley McChrystal, las cuales buscan salvar vidas civiles, pero a veces ponen a las fuerzas estadounidenses en mayor peligro.
Esas reglas, emitidas hace un año, convirtieron a McChrystal en héroe para muchos afganos porque redujeron el número de bajas civiles atribuidas a la OTAN. Las reglas se emitieron en momentos cuando existía un creciente disgusto público por la cantidad de civiles afganos muertos por error en ataques aéreos y de artillería pesada.
Sin embargo, los soldados ven las reglas como demasiado estrictas y en favor delos talibanes, que parecen conocerlas muy bien.