“Perdón por las molestias. Construimos Egipto”, se leía en un cartel que llevaban muchos de los voluntarios, que armados con guantes, escobas, bolsas y mascarillas limpiaban la plaza e incluso recolocaban los adoquines que días antes habían sido utilizados como proyectiles en choques con partidarios del régimen.
Auténticos batallones de limpieza formados por voluntarios se afanaban en barrer las aceras y la calzada y retirar todo deshecho de esta plaza, cuyo nombre significa Liberación y que ha sido el epicentro de la revolución que forzó la caída de Hosni Mubárak.
La joven diseñadora gráfica Nura al Gazar aseguró , mientras se ajustaba unos guantes de látex, que quieren “limpiar Tahrir porque es un lugar simbólico” y así demostrar también que pueden “construir un futuro mejor” para Egipto.
En opinión de Gazar, asidua a las manifestaciones que comenzaron el 25 de enero, “en un día o dos como máximo la plaza estará vacía. Hemos conseguido lo que queríamos, no tiene sentido seguir aquí”, agregó.
Este parecía ser el sentimiento general en la plaza, donde casi la mitad de las tiendas instaladas durante las dos últimas semanas ya habían sido desmontadas, al igual que hospitales de campaña.
Mientras los enfermeros recogían medicamentos y utensilios, cientos de personas acarreaban los cartones, plásticos y varas metálicas utilizados para levantar estos refugios revolucionarios. “Nos preparamos para marcharnos”, dijo el profesor de matemáticas Ibrahim Abdel Maguid.