“El primer día no fue tan duro, pero la situación empeoró gradualmente (...). No había ni electricidad, ni retretes; yo tenía dificultades para dormir en cubierta, con todas esas personas apiñadas unas contra otras”, afirmó, con voz temblorosa por la emoción, un hombre de cabellos blancos que no quiso dar su apellido.
“Debíamos dormir en cubierta debido a la falta de aire acondicionado y al olor en las cabinas porque no podíamos utilizar las cisternas en los baños”, explicó Alena Daem, una pasajera belga de 62 años. “Había alimentos, pero nada (para comer) que tuviera que ser cocinado. Comimos mucho pan”, añadió.
Los pasajeros fueron recibidos con gritos de alegría por el comité de bienvenida organizado por las autoridades de las Seychelles, así como por los periodistas que buscaban sus testimonios.
Desde el martes, el Costa Allegra, que llevaba aproximadamente 1.000 personas a bordo, fue remolcado por un atunero francés hasta puerto Victoria y escoltado por los guardacostas de las Seychelles para hacer frente a un eventual ataque de piratas somalíes .
El lunes, el navío sufrió un incendio en la sala de máquinas que paralizó los motores y provocó una falla general que no dejó heridos ni muertos.
Sin embargo, testimonios ya habían revelado que los pasajeros se vieron obligados a dormir en el puente debido al calor y la oscuridad que reinaban en el barco. El aire acondicionado no funcionaba y las cocinas estaban cerradas.
Este incidente se produce en el peor momento para Costa Crociere, una filial del gigante estadounidense Carnival, objeto de numerosas demandas después del naufragio de otro de sus barcos, el Costa Concordia, en un accidente que dejó 32 muertos el 13 de enero cerca de la isla italiana del Giglio.