Police officers patrol the poor community of Campo Cielo, in Tegucigalpa on February 5, 2013. Honduras' notorious street gangs, especially the Mara 18 and the Mara 13 or Salvatrucha, have imposed a curfew and are charging a "war tax" in some of the capital's poorest sectors -- thing which led the police to deploy more personnel in theses areas. The violent maras are active in murders, extorsion, drug dealing, arms trafficking and other crimes. The United Nations says Honduras, a country plagued by powerful street gangs and drug-related violence, has the world's highest homicide rate. In 2010 it was 82 per 100,000 inhabitants, and rose to 86 in 2011. By comparison, in drug-cartel-plagued Mexico, for instance, the rate was about 18 in 2010. AFP PHOTO/Orlando SIERRA (ORLANDO SIERRA)
Tegucigalpa. AFP. Con chalecos antibalas y armados con fusiles de asalto, decenas de policías patrullan las calles de barrios marginales de la capital de Honduras, en un intento por tomar el control donde las pandillas han impuesto un virtual “toque de queda” a los aterrorizados vecinos.
“A las 7 p. m. queremos ver estos negocios cerrados y su gente en la casa”, se leía en rótulos que los pandilleros habían colgado en postes del tendido eléctrico y en las paredes de humildes viviendas, amontonadas en laderas de una de las peores zonas de Tegucigalpa, de un millón de habitantes.
Luego de que la situación trascendió en la prensa, unos 60 agentes irrumpieron en autopatrullas y a pie entre la noche de lunes y madrugada del martes en varias colonias como Las Ayestas, Campo Cielo, Los Profesores y Las Crucitas en busca de miembros de las temidas pandillas Mara 18, Mara Salvatrucha y otra conocida como Los Chirizos, constataron periodistas llevados a la zona por la Policía.
Impuesto de guerra. “Los mareros anduvieron de casa en casa diciendo que tenían que cerrarse las puertas a las siete de la noche, que no querían ver a nadie en la calle”, afirmó Alejandra Zelaya, una mujer que se hallaba frente a la sede policial de Las Ayestas.
Como en muchos barrios y colonias de áreas marginales de las principales ciudades de Honduras, en esa zona las pandillas cobran el llamado “impuesto de guerra” a negocios y casas particulares, desalojan a las familias para instalarse en viviendas donde montan sus negocios de droga, tráfico de armas, robo de carros, sicariato y otros.
En paredes de viviendas, las pandillas pintan grafitis con los símbolos que las distinguen para marcar el territorio que tienen bajo control. El pasado 18 de enero, cerca de Las Ayestas, pandilleros acribillaron a seis personas que estaban en la acera de una casa.
“Uno mira las cosas pero es mejor callar, es demasiado peligroso hablar, uno mira asaltos, asesinatos; en las noches parece que hay guerra por los tiroteos, hay muy pocos policías”, lamentó el guarda de una escuela.
Cuando los policías llegaron a Las Ayestas no encontraron ningún pandillero. Según investigaciones judiciales, la misma institución policial está infiltrada por las maras y les avisan dónde y cuándo se realizarán operativos.
Desde hace poco más de un año, la Policía de Honduras, de 14.500 miembros, está sometida a un proceso de depuración tras las denuncias de que está infiltrada por el crimen organizado.
Sus jerarcas reconocen que hay “manzanas podridas”, pero advierten que carecen de recursos humanos y materiales para enfrentar a los criminales.