“Una vez que se imponen unas reglas, se deben respetar”, afirmó monseñor Charles Scicluna, dirigiéndose a casi 5.000 obispos de todo el mundo reunidos en un simposio. Reconoció, asimismo, que la “cultura del silencio”, “enemigo de la verdad y de la justicia”, sigue vigente en partes de la Iglesia. La grave negligencia o la “maligna intención” de un obispo frente a un caso de pederastia es un crimen en términos de derecho canónico, insistió Scicluna, quien agregó, vehemente, que nadie puede ampararse “a complejidades técnicas de la ley”.
Al responder a preguntas por la ausencia de sanciones automáticas a los obispos que cubren a sacerdotes pedófilos, el prelado maltés indicó que solo el Papa, quien los nombró, podía castigarlos.
Unos 4.000 casos de abusos sexuales ocurridos en las últimas décadas por obispos y laicos que trabajaban en instituciones de la Iglesia, han sido comunicados a Scicluna en los últimos diez años.
Mil casos, la mayoría antiguos, han sido transmitidos del 2010 al 2011, procedentes sobre todo de Europa, donde la revelación de los casos es más reciente que en EE.UU.
Solo “un mínimo porcentaje” de casos señalados resultaron sin fundamento, admitió Scicluna, quien agregó que la indemnización por daños y perjuicios corresponde al autor del delito y, si no tiene dinero, se puede recurrir al principio de “solidaridad de la Iglesia local”.
Citó a “tres enemigos de la verdad”: la cultura de la práctica del silencio, el hecho de negar deliberadamente los hechos conocidos y desplazar la preocupación de que la imagen de la institución debe gozar de prioridad absoluta.
“Es necesario también que los fieles puedan mantener la certeza de que la sociedad eclesiástica desarrolla su vida bajo el régimen de la ley. Que la ley (de la Iglesia) sea clara no basta para que la paz y el orden reinen en la comunidad”, enfatizó el fiscal.
En mayo anterior, se dio un año de plazo a todos los episcopados para poner sus dispositivos de lucha contra la pederastia en sintonía con las exigencias de Roma y colaborar con la justicia civil.
Sin embargo, la toma de conciencia de lo que conviene hacer, ahora fuerte entre el clero de Occidente, sobre todo en términos de formación y de prevención, es mucho menos evidente en otras comunidades católicas.
En Brasil, por ejemplo, la pedofilia es “más tolerada culturalmente” que en otros países, según el padre Edenio Valle, psicólogo que asesora a la Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños, donde las autoridades católicas “no tienen ni idea” de qué deben hacer ante abusos sexuales de sacerdotes contra niños. Un problema es que se incumple la obligación del obispo de denunciar los casos ante la Policía.