Moscú. AFP. Los rusos empezaron a votar ayer tras una jornada de tensión antes de las elecciones presidenciales de hoy, en las cuales el actual primer ministro, Vladimir Putin, confía en regresar al Kremlin, pese a las protestas sin precedentes contra su régimen.
El país guardó ayer una “jornada de silencio” conforme a la legislación electoral que prohíbe toda campaña en vísperas del voto.
Los sondeos, publicados a finales de febrero, dan por vencedor a Putin en la primera vuelta, con alrededor del 60% de los votos.
Aún así, la oposición se ha esforzado para movilizar a los electores e imponer una segunda vuelta a Putin, presidente en el 2000 y en el 2008 cuya popularidad ha caído.
Moscú estaba desde ayer fuertemente vigilado por las autoridades que han dispuesto agentes en toda la ciudad para sofocar cualquier manifestación opositora.
Putin se enfrenta a cuatro candidatos que se han cuidado de atacarle de frente, y ningún miembro de la oposición radical a Putin ha sido autorizado a presentarse.
Por la diferencia horaria, mientras ayer finalizaba el día en América, en Rusia los colegios abrieron como estaba previsto a las 8 a. m.
“Los colegios abrieron tal como estaba programado. Todo está en calma”, declaró Oksana Balynina, vicepresidente de la comisión electoral de Chukotka, región rica en recursos naturales, situada en el extremo oriental de Siberia.
Unos 109 millones de electores están convocados a las urnas. Los primeros resultados se conocerán hoy hacia las 11 a. m. (Costa Rica) tras el cierre de las últimos colegios en Kalingrado (al oeste).
La coalición opositora consideró que los comicios no podían ser democráticos y prevé una nueva concentración mañana en el centro de la capital rusa. Los opositores organizaron, desde las elecciones legislativas de diciembre, manifestaciones de una magnitud sin precedentes en Moscú por le menos desde hace 12 años.
La campaña electoral estuvo marcada, según los observadores de la organización rusa Golos, por el empleo masivo de recursos del Estado a favor de Putin y una política de “intimidación”.
Putin ha acusado a los opositores de estar al servicio de Occidente y preparar ellos mismos fraudes electorales e incluso de querer asesinar a uno de los suyos para luego acusar al régimen.