La ola de asesinatos de periodistas en Honduras refleja el deterioro de un país sin instituciones capaces de brindar protección a la ciudadanía y asegurar el estado de derecho en medio de crecientes niveles de violencia e impunidad.
Los asesinatos de seis periodistas entre marzo y abril, sin causas aún definidas o detenciones de sospechosos, cobran mayor connotación para la libertad de expresión local donde el ejercicio periodístico está en entredicho.
Tanto ha crecido la violencia que afecta a esta nación de 7,8 millones de habitantes, que Honduras en pocos años se volvió el país más violento de la región.
Se estima que 18.435 personas fueron asesinadas del 2005 al 2009 según el informe al Congreso Nacional que presentó el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos de Honduras.
El estudio divulgado en marzo señala que el país ocupaba en el 2006 el tercer lugar en la tasa de homicidios regional con 46 por cada 100.000 habitantes debajo de El Salvador (65) y Guatemala (47).
Para el 2008, el indicador llegó a 57,9 superando así a El Salvador (52) y Guatemala (48), ese año.
La situación empeoró en el 2009 cuando la tasa de asesinatos subió en Honduras a 66,9 por cada 100.000 habitantes. En Costa Rica llegó a 11 y en Nicaragua a 13.
Leonel Saucedo, vocero de la Policía Nacional de Honduras, dijo vía telefónica a La Nación que las investigaciones por las muertes de los periodistas están “avanzadas” y “solo esperan” que el Ministerio Público emita órdenes de captura sobre sospechosos “que ya tenemos identificados”.
Sus palabras contrastan con el presidente, Porfirio Lobo, quien el jueves dijo que pediráayuda a España, Colombia y EE. UU. para conducir esas pesquisas.
“Hay cierta tradición, no es uniforme en todos los casos pero sí una característica de la prensa hondureña, de vínculos fuertes de medios de prensa con sectores económicos poderosos. No solo empresas, sino de grupos al servicio de intereses políticos”, explicó Eduardo Ulibarri, analista político y presidente del Instituto de Prensa y Libertad de Expresión (IPLEX).
Otro problema frecuente , apunta Ulibarri, es la corrupción de algunos medios y periodistas que reciben compensaciones (o las piden) por lo que publican.
“Pienso que estos asesinatos son parte del profundo deterioro del periodismo en Honduras donde algunos han mezclado la barrera de la libertad de expresión con el chantaje y extorsión”, afirma Thelma Mejía, fundadora de organizaciones de libertad de expresión en Honduras y analista del tema.
Mejía afirma que, de 15 reporteros asesinados del 2002 a la fecha solo dos o tres de las muertes tuvieron relación con el ejercicio profesional. En los otros casos, señala, hay mucha duda por la elevada impunidad y la debilidad de las instituciones de justicia para indagar.
“El presidente del Colegio de Periodistas y el ministro de Seguridad, casi en forma conjunta, pidieron a la prensa replegarse casi al punto de evitar publicaciones polémicas. Eso refleja una grave indefensión y una amenaza clara a la democracia”, denunció Mejía, para quien el crimen organizado es el otro gran enemigo del gremio.
Julieta Castellanos, rectora de la Universidad Nacional Autónoma, considera que parte de la descomposición social después del golpe de Estado del 28 de junio se debió al papel que jugó la prensa.
“Los medios más fuertes tuvieron una posición muy abierta y directa en el conflicto. Hubo excesos de todo tipo. Asistimos a una esfera periodística donde se mezcla mucho la opinión con la información”, señala la académica.
Para ella, el periodismo local no relata lo que ocurre en el país. Al contrario : alimenta la sensación de desconfianza entre la gente.