En Francia, hubo 100.000 manifestantes, según los organizados, mientras que el ministerio del Interior cifró en 77.300.
Las manifestaciones se dieron en numerosas ciudades francesas y frente a las embajadas francesas de varias ciudades de la Unión Europea (UE), convocadas por decenas de organizaciones con apoyo de sindicatos y partidos de oposición (Partido Socialista, Partido Comunista y los Verdes).
En París, donde se manifestaron entre 12.000 y 50.000 personas, el desfile fue encabezado por gitanos rumanos, seguidos por personalidades políticas, sindicales y artísticas reunidas detrás de un cartel que rezaba “No a la xenofobia y a la política de la picota. Libertad, igualdad, fraternidad”.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy, salpicado por un escándalo que afecta a su ministro de Trabajo, Eric Woerth, y en horas bajas según los sondeos, trató de ganar terreno en julio al anunciar un endurecimiento de su política de seguridad tras sucesos delictivos con mucha pauta en medios.
Sin embargo, al anunciar el desmantelamiento de campamentos ilegales de gitanos y la posibilidad de retirar la nacionalidad a ciertos criminales de origen extranjero, Sarkozy, provocó la indignación de la oposición y la preocupación de la ONU, la Comisión Europea y del Vaticano.
Desde finales de julio, unos 1.000 gitanos rumanos y búlgaros han sido expulsados y unos 100 campamentos ilegales desmantelados.
La ONU llamó a finales de agosto a Francia a evitar los discursos políticos discriminatorios.
Esta semana, por primera vez, el ministro rumano de Relaciones Exteriores, Teodor Baconschi, criticó el reenvío de gitanos.
Francia respondió a las críticas diciendo ante la Comisión Europea, que había manifestado reservas, que la política de expulsiones de gitanos respectaba el derecho europeo.
Unos 15.000 gitanos del Este de Europa viven en Francia a menudo en condiciones precarias amparados a las reglas de libre circulación de la UE.