Las voces de Marcela López Vallejo y su esposo Édgar Arias Blanco reflejaban ayer serenidad al hablar; sin embargo, más que calma cada palabra parecía transmitir un control de sí mismos que ambos se impusieron a la fuerza y al calor de una emergencia que les cayó encima sin poder hacer nada al respecto. Solo esperar.
“Estamos muy asustadillos. Él está en la Universidad. Aquí, el tema de los disparos es sensible después de lo ocurrido en el 2007” comentó ayer López Vallejo contactada por este diario en su casa en el pueblo de Blacksburg.
A unos 5 kilómetros de allí, en el campus universitario, su esposo Édgar seguía encerrado en su oficina esperando indicaciones.
“La universidad tiene un sistema de alertas que avisa a todos en el campus si hay una emergencia. Alas 12:44 p. m. recibí un mensaje de texto al celular y empezaron a cerrarse los edificios por prevención”, comentó Arias desde su cubículo en una oficina, donde, con él, había menos de 10 personas en su misma situación.
La pareja llegó a Blacksburg en agosto donde Arias, ingeniero industrial del Instituto Tecnológico y exfuncionario de Intel, cursa actualmente un doctorado.
“Mi esposo me llamó cuando estaba viendo Facebook donde vi primero la alerta. Tenemos bastante información, pero estoy nerviosa porque no puedo salir; él tampoco”, explicó López Vallejo, oriunda de Cartago. La situación sonaba muy parecida a la de Arias.
“Lo importante es mantenerse informado. Es un gran beneficio tener este sistema de alertas y ha sido muy importante estar en contacto con mi esposa; de hecho, aquí la tengo en videoconferencia o nos hablamos por Skype”, relató este vecino de Guadalupe, de 34 años.
Cuatro horas después, sin que ninguno de los dos hubiera almorzado aún, la pareja tuvo su reencuentro, fundidos en un abrazo bajo el techo de su casa en Virginia, expresó la joven antes de despedirse: “Vamos saliendo a buscar algo rico para ver si cenamos”.