Saná. AP. El Presidente de Yemen sufrió ayer dos serios reveses: Cientos de miles volvieron a pedir su renuncia en las mayores protestas antigubernamentales hasta la fecha y dos jefes poderosos de su propia tribu lo abandonaron.
La afluencia enorme de manifestantes en localidades y ciudades, así como la deserción de los jefes tribales, constituyen la señal más reciente de que el presidente, Alí Abdulá Saleh, pierde de a poco su afianzamiento en el poder en Yemen, país inmerso en la pobreza y el conflicto.
A principios de semana, Saleh había anunciado su compromiso de que los efectivos militares no utilizarían la fuerza contra los manifestantes, salvo en defensa propia.
Sin embargo, según un despacho de ayer de la televisión yemenita, Saleh afirmó a los comandantes militares que las fuerzas armadas no dudarán en “la defensa de la seguridad, unidad, libertad y democracia en la nación”.
Movilizaciones diarias. En las últimas semanas, Yemen ha sido todos los días escenario de movilizaciones inspiradas en las revueltas populares que desbancaron a los gobernantes en Egipto y Túnez.
Saleh, aliado importante en la campaña de EE. UU. contra la red terrorista de al-Qaeda, se comprometió a dejar el poder después de las elecciones nacionales del 2013.
Sin embargo, los manifestantes exigen su salida inmediata y rechazaron su propuesta al diálogo.
Grandes multitudes salieron a las calles ayer en las principales ciudades de Yemen. Unas 80.000 personas se manifestaron en la capital, Saná; 150.000 en Taiz y 30.000 en el puerto de Adén, dijeron encargados en seguridad.
Miles de personas participaron en movilizaciones en otras seis regiones, según las fuentes.
Una de las estrategias de Saleh para su supervivencia política en los 32 años que ha estado en el poder ha sido el aprovechamiento de las rivalidades y las lealtades tribales.
Sin embargo, los jefes que se sumaron ayer a los manifestantes pertenecen a su propia tribu, la Hashid.