La huelga fue convocada el pasado 23 de agosto por la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), en contra de unas medidas que considera que eliminan los derechos de los trabajadores y condenan al país “a la recesión económica y a la decadencia civil”.
Según explicaron fuentes del sindicato, la idea es protestar ya no solo contra el último plan de ajuste de 45.500 millones de euros aprobado por el Gobierno el pasado 12 de agosto, sino también por el otro programa de austeridad ratificado por el Parlamento el 15 de julio.
El sindicato denuncia que, con sus dos planes, Berlusconi ha “impuesto más tasas a los trabajadores y a los jubilados, ha recortado los servicios y la sanidad, sin garantizar el equilibrio de las cuentas públicas, ni favorecer el crecimiento y la ocupación”.
Se han convocado paros de ocho horas por turno en todos los sectores, con lo que completará toda la jornada laboral, explicó la CGIL, así como manifestaciones en más de cien ciudades italianas, entre las más importantes del país como Roma, Milán, Nápoles y Turín.
Se espera, además, que se registren problemas importantes en el sector de los transportes debido a los paros tanto por parte de los trabajadores de los servicios de autobús y metro de las grandes ciudades, como en el tráfico ferroviario y aéreo comercial.
La huelga coincidirá con la llegada del plan de ajuste al Senado para su discusión y aprobación, esperada para finales de esta semana, y que después deberá ser ratificado por la Cámara de los Diputados.