EL PAPA FRANCISCO I SE PRESENTA A LOS FIELES VAT63. CIUDAD DEL VATICANO (VATICANO), 13/03/2013.- Fotografía cedida por el Observatorio Romano del papa Francisco I, de 76 años, dirigiéndose a miles de peregrinos desde la basílica de San Pedro, en El Vaticano, luego de ser elegido nuevo pontífice hoy, miércoles 13 de marzo de 2013. El cardenal argentino es el papa 266 de la Iglesia Católica y el primero de América Latina. EFE/OBSERVATORIO ROMANO/SOLO USO EDITORIAL/NO VENTAS (----)
Buenos Aires y Bogotá. AFP y AP. La elección de Francisco como el primer Papa de América envía muchas señales al mundo.
Las principales son de apertura y renovación de parte de una Iglesia atrofiada y con una pérdida de credibilidad y poder, incluso entre sus propios fieles.
Llamado “el continente de la esperanza” por Juan Pablo II, América tiene la mayor cantidad de católicos del mundo, con más de 580 millones (44% del total).
Con este escenario, el argentino Jorge Bergoglio carga sobre sus hombros la responsabilidad de dirigir a la Iglesia en un momento de crisis, y la experiencia latinoamericana influirá cuando deba sopesar si persiste en impulsar la visión tradicionalista de su antecesor Benedicto XVI o si la renueva.
El cardenal brasileño Raymundo Damasceno Assis, presidente de la Conferencia de Obispos de Brasil y que era considerado un “papable”, aseguró que la Iglesia latinoamericana se ha mantenido “viva y dinámica” ante un estancamiento en Europa, y por ello tiene mucho para ofrecer al nuevo papado.
La Iglesia latinoamericana está llevando un “suplemento de vida” a la Iglesia en Europa, “que vive un proceso de secularización muy fuerte y sufre una crisis de vocaciones religiosas”, añadió.
Francisco no es el primer pontífice de habla hispana. Ya en el pasado hubo papas españoles como el famoso papa Borgia, Alejandro VI, en el siglo XV.
Iglesia debilitada. Según el vaticanista estadounidense John Allen, el sucesor de Benedicto XVI debería tener como prioridad el “desafío al catolicismo en América Latina que representan hoy los movimientos pentecostales y evangélicos, y la indiferencia religiosa básica”.
Su Santidad no debería, en cambio, preocuparse por el resurgimiento de la teología de la Liberación, que Benedicto XVI marginó y redujo a un espacio minoritario en una región con las mayores diferencias entre ricos y pobres, tras consolidar el conservadurismo que trazó Juan Pablo II (1978-2005).
El obispo auxiliar de Brasilia, Leonardo Steiner, ve la elección como una “muestra de que la Iglesia se abre, no es más una Iglesia solo volcada a Europa”.
En esto último coincide la analista costarricense Nuria Marín, quien agrega: “Este es un reconocimiento al peso de los devotos latinos con respecto a los de otras zonas del mundo. Es un compromiso de la Iglesia ante el momento tan particular que vive, con cuestionamientos por corrupción y los reclamos de pederastia que le han restado legitimidad y credibilidad”.
El sacerdote Alberto Luna, providencial de los jesuitas en Paraguay, destacó la condición de jesuita del papa Francisco. “Tenemos que esperar y ver su desenvolvimiento, su misión y cómo va orientada su acción. Es un momento de confianza en el nuevo Papa”.