La serie de ataques generó nuevas preocupaciones sobre el camino que tomará el país.
Los atentados coordinados sucedieron en una decena de zonas mayormente chiítas el jueves en el primer baño de sangre desde que el ejército de Estados Unidos completó su total retirada del país este mes luego de casi nueve años de guerra. Los incidentes también coincidieron con una crisis gubernamental que de nuevo ha tensado los vínculos entre sunitas y chiítas en Irak hasta un punto crítico, afectando la misma relación que estuvo a punto de llevar al país a una guerra civil hace varios años.
La asunción de responsabilidad no menciona el retiro de las fuerzas militares estadounidenses, pero enfoca su enojo en el liderazgo de los chiítas en el país, algo que los insurgentes sunitas han combatido desde que los chiítas llegaron al poder como resultado de la invasión encabezada por Estados Unidos que derrocó a Sadam Husein en 2003.
“Las series de invasiones especiales (fueron) lanzadas... para apoyar a los débiles sunitas en prisiones de los apóstatas y en represalia por las detenciones de quienes fueron ejecutados”, indicó el comunicado emitido a nombre del Estado Islámico de Irak.