La Habana. AFP El presidente cubano Raúl Castro es un general de casi 80 años, atrapado entre el tiempo de vida que le queda para las reformas en el país y la necesidad de ir paso a paso.
Sin el carisma de su hermano mayor Fidel, de 84 años, quien le cedió el poder cuando enfermó en 2006, asume ahora como primer secretario del gobernante PCC, cargo que en la práctica venía desempeñando en estos cinco años y que oficialmente dejó ayer el máximo líder de la Revolución.
Desde que asumió el mando, este hombre de mediana estatura, ojos rasgados que le valen el sobrenombre del Chino entre los cubanos, trata de darle un vuelco a la economía de la Isla comunista, con un programa de reformas que acaba de aprobar el VI Congreso del Partido Comunista.
Con voz firme y autoritaria, que, según allegados, contrasta con un carácter íntimo familiar y alegre, ha llamado a los cubanos a “apretarse el cinto”, a “trabajar” y “acabar con el derroche”.
El nuevo “general-presidente” es un hombre de pocas palabras, de discursos leídos y un enemigo de la improvisación.
Raúl Castro inició en mayo un inédito diálogo con la Iglesia católica, que desembocó en la excarcelación de más de un centenar de presos, y hace poco invitó a Cuba al expresidente estadounidense Jimmy Carter, a quien le reiteró su disposición a dialogar con el Gobierno de su país.