El comunicado final de la cumbre establece el compromiso que proponía Canadá, anfitrión de la reunión, de reducir el déficit a la mitad para el 2013, aunque solo será vinculante para los países avanzados, dijo el primer ministro canadiense, Stephen Harper.
Como reflejo de las discusiones previas a la cumbre, el G20 indica que el camino de recorte del gasto público “debe ser a la medida de las circunstancias nacionales” de cada país y compatible con el crecimiento económico y las medidas de estímulo en marcha.
El comunicado del G20 también establece el compromiso de que entre el próximo año y el 2016 no crezca o incluso se reduzca el peso de la deuda en el producto interno bruto (PIB) de los países.
Con estas premisas, el G20 vuelve a marcarse el objetivo de potenciar el crecimiento mundial y la creación de empleo, pero de manera distinta a como lo hizo en la última cumbre de Pittsburgh, cuando se hizo un llamamiento unísono a favor de lanzar planes de estímulo con dinero público.
Nueve meses después, el G20 constata que este esfuerzo ha dado resultado y la economía vuelve a crecer, aunque en el camino las finanzas públicas de algunos países, sobre todo la de los europeos, han quedado maltrechas.
Esta situación provocó un intenso debate previo a la cumbre entre los países defensores de no retirar los estímulos, como Estados Unidos y los emergentes, y los que no veían otra salida que recortar el déficit ante el peligro de que los mercados de deuda les cobraran una grave penalización.
El G20 parece haber resuelto estas diferencias aparentemente irresolubles con un documento de consenso que, si bien invita a los países a sanear sus finanzas, dice que debe hacerse “a la medida de las circunstancias de cada país” y sin arriesgar el crecimiento.
No obstante, señala que “los países con serios problemas fiscales necesitan acelerar el camino de la consolidación”.
El documento final deja claro que el sector bancario debe pagar por el coste en el que incurren los Gobiernos cuando acuden a su rescate, si bien da libertad a los países para establecer una tasa bancaria con ese fin.
Pero los países que forman parte del G20, que suman 85% del PIB mundial, llegaron a un consenso en otros aspectos, como en la necesidad de exigir mayores dotaciones de capital a la banca para que resista mejor los embates de la crisis.
Así, da su total apoyo a las negociaciones que hay en marcha en el Comité de Supervisión de Basilea, donde se tratan nuevas exigencias, conocidas como Basilea III.
En términos generales, el G20 anima a los Gobiernos a continuar con las reformas de sus sistemas financieros y a someterlos a una mayor supervisión.