Desde el 11 de enero, y con la decisión de intervenir para impedir la progresión hacia el sur de los grupos islamistas que ocupaban desde hacía dos meses el norte de Malí, el resultado es considerado inesperado, incluso para los militares.
En pocas semanas, los islamistas perdieron uno tras otro sus bastiones: Gao, Tombuctú y Kidal, entre otros, y se replegaron en las montañas del nordeste del país, cerca de la frontera argelina.
Actualmente, 1.200 militares franceses intervienen en la escarpada región del macizo de Iforas contra los últimos combatientes islamistas, sobre todo los de al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).
Estos, “completamente fanatizados”, según el Estado Mayor francés, se atrincheran en las zonas rocosas en las que han acumulado armas y municiones, y se enfrentan con los franceses a escasa distancia. “Hemos realizado una gran parte del trabajo”, afirmó ayer, en Bamako, el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian.
“Dos bolsones” de resistencia de los islamistas quedan por conquistar en el nordeste, y la región de Gao debe ser “asegurada”, dado que en ella los islamistas aún realizan acciones puntuales de acoso a las fuerzas malienses y francesas.
El “núcleo duro” de los combatientes islamistas se estima entre 1.200 y 1.500 hombres.