Londres. El País. Coincidiendo con el anuncio de la boda de su nieto Guillermo de Inglaterra, el príncipe de Edimburgo anunció su jubilación. El año próximo cumple 90 años y se retirará de la vida oficial.
El príncipe es todo un personaje, algo más que el hombre que camina dos pasos detrás de su esposa la Reina.
Famoso por sus meteduras de pata ha sumido en muchos líos a la diplomacia británica. Lo suyo viene de lejos. En 1947 le preguntó a un trabajador de los ferrocarriles sobre sus posibilidades de ascenso, y este le respondió: “¡Ah! Tendría que morir mi jefe”, a lo que el replicó: “Justo lo que me pasa a mí”. También se recuerda su visita a China en 1986 en la que dijo a los estudiantes británicos con los que se encontró: “Si siguen aquí más tiempo acabarán con los ojos rasgados”. A unos ingleses que recorrieron Nueva Guinea los felicitó el príncipe en 1998: “Han conseguido no ser comidos”.
Durante una recepción en el palacio de Buckingham, aseguró: “Cuando un hombre abre la puerta del coche a una señora, o tiene coche nuevo o mujer nueva”.
Uno de sus últimos tropiezos fue durante la visita del Papa al palacio escocés de Holyrood. Al ver que el líder del Partido Laborista escocés usaba una corbata con el estampado típico de la zona, preguntó a la líder tory, Annabel Goldie, “¿Y tú también llevas ropa interior hecha de esto?”.
La psicóloga británica Dorothy Rowe tiene una explicación para estos desatinos: el príncipe lleva casi seis décadas siendo una figura a la sombra de la Reina. “Cuando las personas hacen comentarios hirientes, intentan sacar agresiones que tienen dentro”, explicó.