Marine Le Pen Leader of the French far right party National Front, Marine Le Pen, speaks during a press conference in Saint Aygulf, southern France,Saturday, March 12, 2011, during the 2011 campaign for the French cantonal election .Cantonal elections will take place on March 20 and 27, 2011. (AP Photo/Lionel Cironneau) (LIONEL CIRONNEAU)
La capacidad de aniquilar la retórica de la extrema derecha fue la gran fortaleza que permitió a Nicolás Sarkozy alcanzar la Presidencia de la República francesa en abril del 2007. Sin embargo, varios años después, las cosas lucen distinto.
Con 31,8% de los votos en la primera ronda de esa elección, Sarkozy relegó al líder de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen (Frente Nacional), a la cuarta posición con 10,44%. Cinco años antes, Le Pen había participado en la segunda ronda frente a Jacques Chirac, después de haber derrotado al candidato socialista Lionel Jospin, una elección que ganó Chirac con 82,21% de los votos.
A lo largo de sus cuatro primeros años de mandato, múltiples acciones del gobierno de Sarkozy tuvieron en sus fundamentos y en sus formas fuertes huellas extremistas, dejando muy poco espacio a las críticas de un Le Pen de 82 años.
“El sarkozysmo puso en ejecución una ruptura antihumanista con la derecha republicana tal como fue hasta 2007. El sarkozysmo se caracteriza por la búsqueda sistemática de culpables que hay que designar al juicio popular”.
“Siempre hay ciudadanos buenos que hay que proteger y malos que hay que echar fuera de la comunidad nacional: los inmigrantes, los musulmanes, los delincuentes, los funcionarios privilegiados'”, comenta Olivier Ferrand, presidente de la Fundación Progresista Terra Nova.
El modo brutal de combatir la inmigración clandestina con las evacuaciones de campamientos de roms (gitanos), en el 2010, y las expulsiones hace dos años de decenas de afganos que pedían asilo político en Francia, fueron episodios que han ilustrado esta forma de actuar.
Dominique Reynié, director de la Fundación para la Innovación Política (Fondapol) señala que “Sarkozy cometió un error al intentar instrumentalizar la extrema derecha, favoreciendo la instalación en el corazón del debate público de temas como la inmigración, la inseguridad, la identidad nacional, o el islam con el fin de poner a la izquierda fuera de juego”.
“Cuanto más la derecha se distinguía de la izquierda sobre esos temas, menos se distinguía (Sarkozy) de la extrema derecha, hacia la cual se precipita una parte creciente de sus electores decepcionados o descontentos”, afirma Reynié.
Esas elecciones mostraron un crecimiento importante del partido Socialista y revelaron el regreso al primer plano de la extrema derecha de su nueva presidenta, Marine Le Pen, hija de Jean-Marie.
En el 2002, la izquierda había llamado a sus electores a hacer frente a la extrema derecha votando por Jacques Chirac; Sarkozy esta vez llamó a sus seguidores en los cantones donde socialistas y extrema derecha estaban luchando, a no votar ni por uno ni por otro.
No obstante, el avance de la extrema derecha es tal que Marine Le Pen, 42 años, se encuentra en posición de superar a Sarkozy en la primera ronda de la elección presidencial en abril del 2012.
Entre los socialistas, es el actual presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Khan, quien tiene la preferencia de los electores, según los sondeos. Los socialistas organizaron elecciones primarias –para elegir al candidato– en octubre donde participarán entre tres y cinco aspirantes.
Según muchos observadores, es un error pensar que Sarkozy es el único o el principal responsable del ascenso de la extrema derecha en Francia.
“Es un fenómeno europeo. En Italia, Holanda, Suecia, Hungría, Bélgica, Dinamarca y Noruega, los partidos populistas de extrema derecha están cada vez más presentes. En Finlandia, el 17 de abril se efectuarán las elecciones de diputados y es probable que el partido Verdaderos Finlandeses supere por primera vez el 15%”, comentó Magali Balent, profesor en Ciencias Políticas en París.
“Este empuje es revelador del malestar sobre la identidad de los pueblos que se creó con el proceso de mundialización. Este malestar es sintomático de la evolución de las sociedades europeas con una población más anciana, confrontada con la inmigración de países africanos”, estimó Balent.
Además, las clases populares se consideran las grandes perdedoras de la “construcción europea”.
Para Sarkozy, quien oficializará su candidatura a la reelección antes de diciembre, reducir la influencia electoral de la extrema derecha implicará responder a las clases populares y media, construyendo nuevas protecciones económicas, sociales y culturales, pero frente a una mundialización financiera que no puede tolerar.