Los costarricenses en la costa este de EE. UU. soportaron ayer la llegada del huracán Irene al país entre la inundación informativa de la prensa sobre el fenómeno y el nerviosismo generados tanto el ciclón como por la saturación de alertas dedicados al mismo.
Ayer, la mayoría de consultados por La Nación también consideran que el temor creció debido a que la mayoría de personas en las zonas por donde pasó Irene casi nunca han sufrido un huracán.
“La gente está súper alarmada. Los medios han influido terriblemente pues, más que prevención, han asustado a todo el mundo. La gente tiene forradas las puertas y ventanas con madera. Se han preparado, sí; pero la alarma supera el nivel de prevención”, enfatizó Andrés Guido quien actualmente habita en la zona de Union en Nueva Jersey.
Guido agregó que el viernes se dio cuenta que muchos costarricenses debieron trasladarse hasta dos horas en carro al norte de Pensilvania para conseguir víveres en los supermercados debido a la demanda de bienes en la zona donde el vive derivó en escasez.
Otro factor que influyó en el clima de nervios, fue el reciente sismo de 5.8 grados en la escala Richter que sacudió el martes pasado la costa este de EE. UU.
“Esta semana tembló, y ahora esto (el huracán) . . . como que se han mezclado las cosas y la gente no ha tenido tiempo de recuperarse de la sorpresa por el sismo y el nerviosismo parece que siguió. Mi esposa es de aquí y nunca ha sufrido un sismo, yo estoy acostumbrado pero a ella sí está muy asustada por el temblor y ahora el huracán”, comentó Alberto Barboza desde Trenton; en Nueva Jersey.
Barboza recordó también que el viernes debió hacer fila para comprar combustible para su automóvil y que su esposa pasó por al menos cuatro estaciones antes de hallar una donde aún vendieran.
“Acaba de temblar y les tengo mucho miedo. Cuando llegamos acá pensé -no más temblores y aquí vine a sufrir uno. Ahora, con esto del huracán, me siento muy nerviosa porque en esta zona las casas no son muy seguras, son muy livianas; todo es pura madera prensada”, expresó Damaris Valverde en Winston-Salem, Carolina del Norte.
Valverde destacó que, si bien en EE. UU. hay una cultura más desarrollada de obediencia al llamado de las autoridades y a la prevención, “sí hay demasiada información del huracán al punto que ya no querés encender el televisor”.
Emociones mezcladas. En Nueva York, sin embargo, otros ojos costarricenses miran los contrastes.
Alberto Moya, vecino del Upper East Side de Manhattan, señala que hay un ambiente muy peculiar en la zona entre quienes están “genuinamente atemorizados” y gente para quienes todo se reduce a un poco más de lluvia a la normal.
“Si te ponés a leer los comentarios de la gente en un diario como The New York Times, dicen que ya están listos con todas las provisiones seguido de unas líneas donde dicen que ya compraron cerveza y vino y van a hacer fiesta para celebrar el huracán” expresó Moya.
El costarricense comentó que la gran incógnita en Nueva York (y más en Manhattan) es por la gran cantidad de personas que habitan edificios altos y qué pasara con los elevadores si se corta el fluido eléctrico o si los supermercados cierran por días sin posibilidad de comprar más alimentos o agua.