Strauss-Kahn, fuera del FMI, era un cadáver político sin opciones en las elecciones francesas del 6 de mayo del 2012. DSK, como se le conoce, es historia.
Ahora Europa en bloque –por una vez– puja por situar a uno de los suyos en la jefatura del Fondo, ante el peligro de una interminable crisis fiscal en la que el FMI juega un papel capital.
La francesa Christine Lagarde es la gran favorita. Pero la batalla se adivina intensa ante el interés de los países emergentes por conseguir ese sillón en Washington.
Una vez abierto el melón sucesorio de Strauss-Khan, Europa trata de que todo siga como está: la dirección del Fondo ha sido ocupada por un europeo desde su creación, en un pacto no escrito con Estados Unidos.
“Defiendo la opinión de que debemos proponer a un candidato europeo”, subrayó la canciller de Alemania, Ángela Merkel, quien dio dos argumentos: el hecho de que Strauss-Kahn no agotó su mandato (le faltaron 17 meses) y el papel fundamental del FMI en la resolución de la crisis europea.
“Los considerables problemas del euro, con los que el FMI está estrechamente relacionado, tienen mucho que decir en la posibilidad de una candidatura europea”, apuntó Merkel.
La disputa sobre el cargo es más que un estira y encoge sobre la nacionalidad del undécimo jefe de la institución. La crisis que comenzó en 2007 –“causada por hombres blancos de profundos ojos azules”, según la definición del expresidente brasileño Lula da Silva– ha puesto a prueba el liderazgo de EE. UU. y Europa en el tablero mundial.
“Europa ya no tiene derechos divinos” en el FMI, aseguró Nicolás Verón, investigador del Peterson Institute.
Así que junto a los candidatos europeos –Lagarde, pero también Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, y el exministro alemán Peer Steinbruck– ha aparecido una amalgama de nombres que quieren representar el brío del mundo emergente: el turco Kemal Darvis, el israelí Stanley Fisher, el ministro de Singapur Tharman Shanmugaratnam, el surafricano Trevor Manuel y varios latinoamericanos, entre los que destacan el mexicano Francisco Gil o el peruano Pedro Pablo Kuczynski.
El mundo ha cambiado mucho y los emergentes tienen ahora una oportunidad de oro para acabar con la tradición, ese “enfoque feudal”, “poscolonialista”, que restaría al Fondo “legitimidad y credibilidad”, según la multitud de críticas que se han dejado oír en los últimos días.
Pero algunas cosas se resisten a esos cambios: los emergentes siguen sin hablar con una sola voz y los candidatos al FMI aparecen a ráfagas, procedentes de casi una veintena de países cuando apenas han pasado cinco días desde la detención de Strauss-Kahn.
Frente a esa cacofonía de voces, Europa habló claro: defendió de forma unánime, desde las instituciones y prácticamente desde cada uno de los Gobiernos, la candidatura europea. Con un nombre por encima de todos, el de Lagarde.