Washington. AFP y EFE. Primero fue la revelación de que funcionarios del fisco persiguen especialmente a grupos conservadores. Luego, aparentes incoherencias en la explicación del ataque al consulado estadounidense en Bengasi, Libia. Y, finalmente, la denuncia de que el Departamento de Justicia espió llamadas telefónicas de varios periodistas.
Cinco meses después de haber iniciado su segundo mandato de cuatro años, Barack Obama vive una semana para el olvido.
El mandatario estadounidense dedicó gran parte de su conferencia de prensa el lunes con el primer ministro británico, David Cameron, a responder las acusaciones de abuso de poder provenientes del Congreso.
Obama admitió que sería “escandaloso” que el Servicio de Impuestos Internos (IRS) haya investigado especialmente a grupos surgidos del movimiento ultraconservador Tea Party.
La IRS reconoció que efectivamente ese era el caso y pidió disculpas. El Congreso emprendió inmediatamente investigaciones parlamentarias y las audiencias comenzarán esta semana.
El fiscal general, Eric Holder, anunció ayer que abrió una investigación para determinar si la administración fiscal infringió la ley al apuntar especialmente a grupos conservadores.
Algunos conservadores, legisladores y editorialistas evocan abiertamente, a partir de ahora, el fantasma del escándalo de Watergate , que le costó la presidencia a Richard Nixon en 1974.
“La administración tuvo una semana difícil, aunque fue aún más dura para la primera enmienda” de la Constitución, que sacraliza la libertad de expresión, dijo el jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, que denunció un “vergonzoso abuso de poder digno de mirones”.
Estos episodios tuvieron lugar en momentos en que el Gobierno ya se encontraba a la defensiva a raíz del caso del atentado contra el consulado norteamericano en Bengasi , Libia, que el 11 de setiembre del 2012 le costó la vida a cuatro estadounidenses, entre ellos el embajador.
Los legisladores republicanos le reprochan al Gobierno que haya querido ocultar el carácter “terrorista” del ataque para no reducir las posibilidades de reelección de Obama en los comicios de noviembre. Las acusaciones fueron rechazadas por el equipo del presidente.
La versión oficial inicialmente atribuyó el atentado en Bengasi a una violenta protesta por la divulgación de un video que se mofaba del islam, sin hacer referencia a la posible participación de al-Qaeda.
Pero, según Obama, esa explicación reflejaba la información que él recibió durante sus reuniones diarias con la CIA.
Obama denunció “motivaciones políticas” y un propósito de “distracción” de sus adversarios. La oficina del presidente republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner, le reprochó al Gobierno no haber sido “sincero”.
Un golpe más. El lunes se agregó un nuevo escándalo a las preocupaciones de Obama cuando la agencia de prensa Associated Press (AP) anunció que la administración había tenido acceso al registro de las llamadas de muchos de sus periodistas durante dos meses.
La agencia denunció “una intromisión masiva y sin precedentes”, mientras que el secretario de Justicia y fiscal general, Eric Holder, justificó ayer el espionaje por la gravedad de la filtración que su departamento estaba investigando. “Era una filtración muy seria, muy, muy seria”, repitió Holder.
Según los medios, la investigación federal tenía como objetivo averiguar quién en el propio gobierno había filtrado a la agencia de noticias los detalles de una operación contra la organización terrorista al-Qaeda.
“Es una de las dos o tres filtraciones más serias que he visto”, que “puso en peligro la vida de estadounidenses”, afirmó Holder.