En formas que se multiplican cada vez más, los residentes en la capital libia están sintiendo todo tipo de trastornos relacionados con la falta de suministros.
La escasez es un indicio dramático de cómo la rebelión de casi tres meses en Libia, y el caos resultante, está afectando la vida cotidiana en el bastión de Moamar Gadafi y otras zonas del oeste de Libia todavía bajo su control.
Las sanciones internacionales han comenzado a causar efectos importantes. Muchas rutas de suministro son inestables y hay escasez de personal calificado en ciertos sectores como para que la ciudad funcione sin problemas.
Sin embargo, las privaciones _aunque molestas_ palidecen en comparación con la situación en la ciudad portuaria de Misrata, el único reducto rebelde en el oeste de Libia.
Misrata ha estado bajo asedio de infantería terrestre desde hace dos meses, con cientos de civiles muertos, y las fuerzas de Gadafi ahora tratan de bloquear el acceso al puerto, que es único salvavidas de la ciudad.
En Trípoli, las carencias eran evidentes el domingo, incluso para los periodistas occidentales que sólo pueden salir de su hotel con un agente y un guardia del gobierno. Es menos claro aún cuáles podrían ser las repercusiones en la futura capacidad de Gadafi para gobernar.
Un ingeniero que reside en Trípoli dijo que la televisión oficial libia culpa de la escasez a la OTAN, que proporciona la fuerza militar contra Gadafi, mientras que los residentes promedio culpan de las dificultades al régimen. El ingeniero pidió el anonimato, diciendo que no quería provocar al gobierno.
En cierto modo, la ciudad parecía estar dividida entre aquellos que reciben beneficios del gobierno y los que no.
A lo largo de la carretera que une a Trípoli con la frontera con Túnez se veían largas filas de vehículos a la espera de combustible en varios pueblos costeros.