Unos 22.000 desertores norcoreanos residen en Corea del Sur, muchos de ellos amparados por organizaciones que ayer confesaron su convicción de que el fallecimiento de Kim Jong-il es el primer paso hacia la futura apertura y democratización del país más hermético del mundo.
El hijo menor del dictador, Kim Jong-un, “tomará ahora el poder, pero en dos o tres años habrá grandes cambios en Corea del Norte, ya que mucha gente está cansada del régimen y ahora hay más influencias del exterior en el país”, dijo Peter Chung, vocero del grupo Justicia para Corea del Norte.
Esta ONG, con sede en Seúl y promotora de los derechos humanos en el país comunista, cree que Kim Jong-un no está preparado para dar una continuidad estable al régimen comunista que su abuelo Kim Il-sung fundó en 1948.
“Kim Jong-un no goza, ni de lejos, del respeto que la gente profesaba a Kim Il-sung”, sentenció Chung, que considera que la juventud y falta de experiencia serán obstáculos insalvables a la hora de asentar su liderazgo a largo plazo.