Brasilia. AFP, EFE Dilma Rousseff, una exguerrillera y enérgica ministra de 62 años, se convirtió ayer en la primera mujer en alcanzar la presidencia del país más poderoso de América Latina, Brasil.
Su temperamento explosivo le valió el apodo de ‘Dama de Hierro’ de la política brasileña. “Estoy en un Gobierno, en un país en el que ningún hombre asume sus posiciones. Soy la única mujer, y la única persona en Brasil, dura, cercada por hombres suaves”, afirmó entre risas, al explicar su fuerte temperamento en un encuentro con periodistas.
Hija de un emigrante búlgaro comunista, Rousseff, miembro del Partido de los Trabajadores (PT), pasó más de dos años encarcelada durante su juventud y fue torturada por su militancia en movimientos clandestinos que luchaban contra la dictadura militar en Brasil (1964-85).
Nació el 14 de diciembre de 1947 en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, desempeñó varios cargos administrativos, ya como economista, en el estado meridional de Río Grande do Sul.
Lula, quien la escogió personalmente como candidata a la Presidencia, ha explicado en varias ocasiones lo impresionado que quedó por su eficiencia y capacidad nada más conocerla.
El presidente le ofreció el Ministerio de Minas y Energía en el 2003, y, dos años después, la colocó al frente de la cartera de Presidencia, la más importante del gabinete. Su llegada a la Presidencia no habría sido posible sin el empeño de Lula en su candidatura.
Divorciada y madre de una hija, Rousseff se convirtió en abuela durante la campaña y, para acallar las críticas por su supuesto apoyo al aborto, se hizo retratar en el bautizo de su nieto.