Washington
Prácticamente nadie saldrá sin rasguños de la tierra arrasada que dejó en la capital de Estados Unidos la más reciente crisis política, que ya abrió un amplio debate sobre quién ese el mayor perdedor.
El centenario Partido Republicano vio su nombre pisoteado casi sin remedio; el presidente Barack Obama no pudo evitar que sus niveles se aprobación se hundan, y el país en general manchó su reputación de ser el más sólido espacio financiero del mundo.
"No hay ganadores aquí", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carner, en una declaración que reflejó la realidad con precisión poco usual.
Los políticos, que raramente son muy populares, salieron de la crisis con su condición de parias seriamente fortalecida, y el humor nacional, ya agorero por una década de guerras y recesión, se ensombreció todavía más.
El golpe más duro quedó para el Partido Republicano, ya que una parte importante de los legisladores usaron el cierre del gobierno federal y el límite de la deuda para forzar a Obama a disminuir los fondos de su reforma de salud pública, llamada Obamacare, o postergar su aplicación.
El partido fracasó en los dos frentes ya que Obama se mantuvo firme y se negó a pagar un "rescate".
En ese proceso, los republicanos vieron ampliar sus divisiones internas, al punto que senadores conservadores se permitieron bromas con las tácticas radicales de los diputados del partido.
"La forma en que actúan y el camino que han iniciado en las últimas semanas conducen a un partido marginado a los ojos de los estadounidenses, a una forma de conservadurismo que está probablemente más allá de lo que el mercado puede tolerar", dijo el senador Republicano Lindsey Graham.
El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, incapaz de controlar su propia bancada, se tornó una figura sin brillo y ahora es líder partidario apenas en el nombre.
En tanto, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo hoy que "no hay ganadores" tras haberse superado la parálisis parcial de la Administración federal, que ha provocado un " daño innecesario " que seguramente ha frenado la recuperación económica.
El presidente hizo esas declaraciones en la Casa Blanca pocas horas después de firmar el acuerdo del Congreso para elevar el techo de la deuda y autorizar las asignaciones presupuestarias para el funcionamiento de las agencias federales, que estuvieron cerradas durante 16 días por falta de fondos.
Nada ha hecho más daño a la "credibilidad" de Estados Unidos como economía mundial de referencia " que el espectáculo al que hemos asistido", que Obama definió como una "crisis fabricada".
En opinión del mandatario, Estados Unidos es "una nación indispensable a la que el mundo contempla como el lugar más seguro y fiable para invertir".
Por ello, esta crisis "envalentona a nuestros enemigos, alienta a nuestros competidores y deprime a nuestros amigos" , reflexionó.
Anoche, al filo del plazo fijado por el Tesoro como el momento en el que no podría garantizar el pago de sus obligaciones sin un aumento de techo de deuda, el Congreso decidió autorizar las asignaciones presupuestarias para la Administración hasta el 15 de enero y elevar el tope de endeudamiento hasta el 7 de febrero.
Obama dijo que los desacuerdos en materia fiscal y presupuestaria entre demócratas y republicanos que condujeron a esta situación han dañado a familias y negocios, algo que para los expertos podría notarse en un frenazo al crecimiento.
"No es una sorpresa que los estadounidenses estén totalmente cansados de la política de Washington", indicó el presidente, que sin nombrarlo directamente criticó las posturas inmovilistas del grupo ultraconservador del Tea Party.