“Es posible que después de que se confirmen las sentencias se moralice un poco la política, pero nada va a cambiar de la noche a la mañana. No habrá un cambio radical en las costumbres de los partidos y los electores”, dijo Ivar Hartmann, de la Fundación Getulio Vargas.
Ayer, la oposición y gran parte de la prensa aplaudieron la histórica decisión del Supremo Tribunal Federal de condenar a 10 años de prisión a José Dirceu , jefe de gabinete de Luiz Inacio Lula da Silva.
Dirceu, un exguerrillero de 66 años, fue presentado por los jueces como el principal responsable de una red que desvió dineros públicos para comprar apoyos en el Congreso durante el primer mandato de Lula (2003-2007).
El exmandatario, quien pese al escándalo fue reelegido para un segundo mandato consecutivo, negó siempre cualquier vinculación con el caso y fue excluido del juicio.
Dirceu –aún en libertad– consideró injusto el fallo y prometió luchar desde la cárcel para probar su inocencia. Junto con él también fueron sentenciados José Genoino y Delubio Soares, expresidente y extesorero del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) que gobierna Brasil desde hace nueve años.
“Fue un juicio con tendencias políticas, con presión muy fuerte de los grandes medios de comunicación”, criticó en un video el presidente del PT, Rui Falcao, quien se declaró triste e indignado con la “decisión injusta” de los jueces.
El fallo contra los dirigentes del PT, que deberá ser ratificado al final del juicio, fue recibido como un avance en la lucha contra la corrupción y la impunidad, males que históricamente han aquejado a la sexta economía del mundo.
"No creo que una sentencia pueda cambiar una cultura política, pero es un paso significativo, sobre todo porque la Justicia sale muy fortalecida”, comentó Soraia Mendes, investigadora de la Universidad de Brasilia (estatal).