Desde Ronald Reagan hasta Barack Obama, cada presidente que se asomara a la ventana podía ver enfrente la pequeña tienda de plástico blanco donde Picciotto –fallecida el pasado lunes a los 80 años en un refugio para personas sin hogar–, protagonizó la protesta política más larga de la historia de los Estados Unidos.
“Cuando estaba aquí, no se movía. Era como una roca”, dijo compañero de protesta desde 1981 Philipos Melaku-Bello.
La silueta de la mujer, nacida en Vigo, Galicia, y conocida como Conchita o Connie, se convirtió en un ícono para los turistas y un símbolo para los activistas por su larga protesta contra la proliferación nuclear.
“Hasta hace dos años, ella tenía la (misma) energía de las cosas contra las que protestábamos. Tenía la energía de una bomba nuclear ”, aseguró Melaku-Bello en español.
Martín emigró a Nueva York en 1960 y trabajó como recepcionista en la oficina comercial de la embajada española, para casarse más tarde con un emigrante italiano, de quien adquiriría el apellido y con quien adoptaría a una niña.
La convicción de que su marido quería separarla de su hija fue la que la llevó a Washington por primera vez en 1979, con la intención de buscar ayuda entre la clase política para recuperar a la niña, pero su empresa no resultó exitosa.
Fue entonces cuando conoció a William Thomas, un activista contra la proliferación nuclear que ocupaba una tienda de campaña en la avenida Pensilvania frente a la residencia presidencial, y decidió unirse a él.
Desde entonces, Conchita no abandonó esa posición pese al fallecimiento de Thomas en 2009, y se convirtió en un personaje célebre entre los turistas y residentes de la capital.