Esta nación de Asia central es crucial tanto para Estados Unidos y como para Rusia por disponer ahí de bases militares.
El último balance dio cuenta de 45 muertos y más de 600 heridos, según el ministerio de Salud.
Grupos de uzbekos y kirguisos se enfrentaron en la noche del jueves al viernes en Och (sur), bastión del presidente depuesto Kurmambek Bakiyev y segunda ciudad del país, y en los distritos vecinos de Karasu, Aravan y Uzgen.
“La situación sigue tensa”, admitió Otunbayeva, en un comunicado que detalla que se decretó el estado de excepción y un toque de queda entre las 8 p. m. y las 6 a. m. hasta el 20 de junio en la ciudad de Och y los distritos afectados.
“Pese a la instauración de un toque de queda, los tiroteos continúan, los policías siguen descubriendo nuevos cuerpos”, señaló en la radio nacional un responsable del gobierno provisional, Azimbek Beknazarov.
Desde la revolución del pasado mes de abril, que dejó 87 muertos y derrocó el régimen del presidente Kurmanbek Bakiyev, Kirguistán ha conocido varias oleadas de violencia, en particular en el sur, señal de que el poder interino no acaba de lograr controlar la situación.
La estabilidad de Kirguistán es primordial para Rusia y Estados Unidos que disponen ahí de bases militares, una de ellas esencial para el abastecimiento de las tropas internacionales en Afganistán.
“La violencia no es una alternativa aceptable”, señaló la embajada estadounidense en Kirguistán.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, hizo un llamado “a la calma” y exhortó “a evitar nuevas pérdidas de vidas humanas”.
Por su lado, la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) se mostró “lista a continuar sus esfuerzos para aportar una solución a la situación actual en Kirguistán”.
Los enfrentamientos tienen lugar dos semanas antes de un referendo sobre la Constitución kirguisa previsto el 27 de junio.
El 19 de mayo el gobierno interino anuló una elección presidencial y dejó a Otunbayeba hasta finales de 2011.