Paris. AFP. Los primeros aparecieron en el Pont des Arts de París en 2008, pero rápidamente los “candados de amor” se extendieron a todos los puentes que atraviesan el Sena en la capital francesa en donde es posible engancharlos.
Visto de lejos, el Pont des Arts parece dorado, su baranda de protección de un enrejado verde está totalmente cubierta por los candados grabados con las iniciales o los nombres de los enamorados que se prometen el amor eterno.
La misma imagen se repite en el puente del Arzobispado, aquel que une la rive gauche de París con la isla de la Cité, justo detrás de la catedral Notre-Dame de París. Sus barandas cambiaron de color.
Algunos engancharon sus candados a la baranda agregando un trozo de un velo de novia, otros se concentraron en el alumbrado público dispuesto sobre el puente, en donde se puede ver cadenas o sistemas antirrobo para bicicletas atadas a los faroles.
Solo los puentes con barandas de vidrio o de piedra se han escapado al fenónemo. En el Pont Neuf, el puente más viejo de París construido solo en piedra, los enamorados tuvieron que conformarse con el enrejado del embarcadero de los botes turísticos.
El origen de los candados y su mensaje de amor eterno es misterioso. Según unos turistas italianos, su origen sería una novela sentimental italiana Tengo ganas de ti , de Federico Moccia, en donde el héroe y la heroína enganchan un candado con su nombre en un farol del Ponte Milvio cerca de Roma, se besan y lanzan la llave al Tíber.
Para un turista ruso, el fenómeno comenzó a mediados de la década del 2000, quizás en Rusia, pero pasó inadvertido para luego acelerarse en la presente década.
En París, la atracción por los candados se comprueba fácilmente al ver la cantidad de personas que los fotografían.
Una turista china, que ya enganchó un candado en Shanghái, vino a poner uno en París ya que considera esta ciudad “muy romántica”. Suzan Field, de Reno (Nevada, EUA) verifica que el candado que dejó con su marido hace dos años en el puente del Arzobispado sigue allí y volverá en dos años.
En 2010, el ayuntamiento de París se planteó si debía sacar los candados “para preservar el patrimonio”. A pesar de haberlo negado se sospechó que el ayuntamiento ordenó sacar algunos.
En 2012, cuando se constató que el fenómeno era mundial y que alcanzaba a a ciudades como Moscú, Berlín, Bruselas, Kiev, Vilna, Florencia, Verona, Roma, Venecia, Shanghai, Marrakech o Praga, el discurso cambió.