Manama. AFP. Las fuerzas de seguridad de Baréin controlaban ayer el centro de la capital, Manama, e impusieron un toque de queda, tras haber dispersado violentamente a los manifestantes; hechos en que murieron cinco personas.
La violenta represión que impulsa la dinastía sunita en el poder en el pequeño archipiélago de Baréin contra los manifestantes chiitas (que reclaman desde el 14 de febrero reformas y la dimisión del Gobierno) llevó al presidente de EE. UU., Barack Obama, a manifestar a los monarcas saudí y bahreiní su “profunda preocupación” en conversaciones telefónicas.
Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, juzgó ayer en una entrevista al canal CBS que los países del Golfo van por mal camino con el envío de fuerzas armadas a Baréin para ayudar a contener la revuelta.
Varios países, movimientos o comunidades chiitas de Oriente Medio condenaron la situación.
Irán llamó ayer a consultas a su embajador en Manama para protestar por el “asesinato del pueblo de Bahréin a manos de su Gobierno”, según una declaración divulgada donde agregó que, como medida de protesta, retiró a su embajador en Baréin.
Monarquías vecinas del Golfo, como Arabia Saudí y Emiratos Arabes Unidos, enviaron el lunes tropas a Baréin para ayudarle a hacer frente a la sublevación popular.
Según las imágenes de la televisión oficial, la Policía ocupaba la plaza de la Perla, centro de las manifestaciones contra la familia real sunita de los Al Jalifa, y aplanadoras despejaban del lugar las barreras que impedían el acceso al barrio financiero.
El asalto contra los manifestantes se produjo después que el rey Hamad Ben Isa al Jalifa, decretó el estado de emergencia tras recibir el apoyo de otras monarquías vecinas del Golfo por enviar tropas.