Al no estar en dudar la culpabilidad de Breivik, el tema central del juicio fue su salud mental. Los dos exámenes psiquiátricos que se le han practicado, y que dan diagnósticos opuestos, han generado un debate sin precedentes.
Para el primer grupo de expertos que lo examinó, se trata de un enfermo mental víctima de sus delirios de grandeza y que se cree que puede salvar al mundo y decidir quién debe morir.
Los otros psiquiatras no observaron, en cambio, síntomas de esquizofrenia paranoide ni de que se encontrara en estado psicótico, aunque sí le diagnosticaron un trastorno disocial.
Durante los dos meses del juicio, Breivik luchó por presentarse como un militante nacionalista, acusando a la Fiscalía y al primer equipo de psiquiatras de ridiculizarlo para que pareciera un loco.
El 22 de julio del 2011, Breivik dejó una camioneta con explosivos en Oslo, delante de la torre de 17 plantas que alberga dependencias oficiales, entre otras, la oficina del primer ministro.
Tras este atentado, que dejó ocho muertos, Breivik se dirigió a la isla de Utoya y empezó a disparar contra jóvenes que participaban en una reunión. Murieron 69.
Juzgado por “actos de terrorismo”, Breivik podría ser internado en un centro psiquiátrico, posiblemente por el resto de sus días, o ser condenado a 21 años de cárcel, la pena máxima en Noruega, que puede ser prolongada.