“Cuando era chico era raro, pero más bien en el sentido de callado. Nunca conocimos su verdadera personalidad. Era muy reservado”, dice Megan, de 20 años –como tenía Adam–, entrevistada en esta zona residencial de clase media alta a unos 6 km del centro de este pueblo de Connecticut.
Megan fue compañera de Adam desde el jardín de infantes hasta el final de la primaria en la escuela Sandy Hook, la misma a la que regresó el viernes años después el joven Lanza para perpetrar la matanza de 26 personas.
“Era intelectualmente muy dotado en la escuela”, recuerda Megan, que perdió contacto con el joven hace siete u ocho años: “Sabía que vivía en este área, pero salió del radar a mitad de la secundaria”.
Llegar a la propiedad de Nancy Lanza es imposible ya que la policía mantiene cerrado un amplio perímetro alrededor de lo que denomina “la segunda escena de crimen” de la tragedia de Newtown.
También es difícil encontrar vecinos o gente que hable abiertamente sobre los Lanza en este barrio de bellas casonas con inmenso jardín en su frente y en el que no hay comercios a la vista.
Pero otro joven que vive en la zona, y que tampoco quiso revelar su identidad, se acerca con su patineta y da algunos detalles interesantes sobre el autor de la matanza.
“Conocí a Adam porque íbamos a la escuela en el mismo bus”, dice este chico de 21 años, que también habla de alguien “muy inteligente” con quien jugaba al ajedrez durante los almuerzos. El joven asegura nunca haber oído sobre armas en la casa de Nancy Lanza.