"El problema es que nos iba bien"
Jonathan Acosta es un diseñador empírico apasionado por la confección de camisetas. Expresar el arte y los problemas sociales a través de sus coloridos y llamativos bosquejos fue la esencia que cautivó a su joven y leal clientela en Buga, Colombia.
El negocio llevaba tres años de operar e iba bien. Generaba ingresos y era reconocido. Por infortunio, la voz del éxito de Jonathan y de su madre, Elsia, llegó a los oídos equivocados.
“Cuando estábamos en nuestro mejor momento, nos llegaron unos panfletos en los que nos pedían un millón de pesos y que si no pagábamos nos podía pasar cualquier cosa a nosotros y a nuestra familia”.
recuerda Jonathan.
En un primer momento, desatendió la amenaza con la esperanza de que se tratara de alguna broma pesada.
“Lo que pasa es que denunciar no tiene ningún sentido, porque la policía no va a hacer nada. Para ellos, son cosas pequeñas y, además, ahí dentro se encuentra de todo. Así que no nos arriesgamos a hacer una demanda”.
Meses después, Jonathan y Elsia recibieron la visita indeseada, de unos muchachos en moto, quienes dijeron ser parte de las FARC y les advirtieron de la gravedad de la amenaza.
“Para ese momento, tuvimos un buen diciembre y les pagamos, con la esperanza de quedar tranquilos. Pero la cuota era una cuestión que pedían cada tres o cuatro meses, así que regresaron...”,
agrega Jonathan
En la segunda ocasión, pedían cinco millones de pesos. Tal cantidad no solo involucraba mucho dinero, sino también intranquilidad, pues sus hostigadores aclamaban saber donde estudiaban sus hijas y amenazaban con hacerles algo si no pagaban. “Esta situación yo la manejé solo y con mi mamá, sin comentarle nada a mi esposa”, cuenta.
“Pero, mi mamá comenzó a tener unas crisis nerviosas y fue ahí cuando decidimos considerar el refugio”.