No hay una sola manera de leer la Constitución.
Una vez que las mentiras se aceptan como parte normal del discurso político, es solo cuestión de tiempo para que los demagogos exploten la tolerancia de la falsedad.
Si ya la posverdad era una amenaza para la democracia, el uso de ella por los populistas obliga, aún más, a estar alerta a los totalitarismos.