Pegida, el movimiento islamófobo que ha revolucionado la política alemana, ha sorprendido no solo por su rápida expansión, sino también por sus perfiles difusos y por la dificultad para definir quiénes son esas decenas de miles de alemanes —25.000 hace unos días en Dresde; unos 15.000 ayer en Leipzig— que cada semana se echan a las calles para protestar contra la supuesta islamización de Occidente. Un par de estudios hechos públicos en los últimos días han contribuido a echar un poco de luz sobre este fenómeno.
La canciller alemana, Ángela Merkel; el presidente del país, Joachim Gauck; los líderes de los principales partidos y representantes de las distintas iglesias se sumarán este martes a la concentración organizada en Berlín contra el terrorismo y la xenofobia, y en defensa de la tolerancia.
El gobierno alemán está preocupado por la imagen que dan en el extranjero las manifestaciones contra la “islamización” de Alemania, aunque la movilización antirracista parece mayoritaria en el país.