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Sentada con las piernas cruzadas y una media sonrisa en los labios, "la doncella" de las momias de Llullaillaco parece dormir en paz. Cuando se la desenterró, en 1999, las hojas de coca entre sus dientes y su tumba congelada en la cima de la montaña eran los únicos indicios de que había sido parte de un ritual de sacrificio inca hacía 500 años.