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Nikki Glasser odia pagar depilaciones en un centro de estética, así que cuenta que trató de hacerse una depilación (ejem, íntima) en su casa y, después de quemarse con cera sobrecalentada solo tuvo el valor de jalar dos tiras de vello. Dice que el pubis le quedó como un botón de pausa, lo cual piensa que no está tan mal porque podría ser un símbolo de su vida sexual reciente.