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Las mujeres ganamos menos, pero pagamos más por los mismos productos, como comprobó el colectivo feminista francés Georgette Sand –cuyo nombre desagravia a la escritora francesa Amandine Aurore Lucile Dupin, quien se rebeló contra los convencionalismos y usó el seudónimo masculino George Sand para que su obra fuera tomada en serio en la Europa del siglo XIX– tras comparar las diferencias de precios de productos similares en versión femenina y masculina.


La primera de las derogaciones, la más común descalificación del feminismo es tratarlo como si fuese una corriente de pensamiento monolítica.