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Desde muy temprano en nuestra vida aprendemos a “disimular”, y lo enseñamos a nuestros hijos como una virtud y una habilidad.

A muchas mujeres desde pequeñitas se nos dice: ¡meta la panza! A lo cual, normalmente, respondemos con una tensión de músculos a la que después nos acostumbramos tanto, que a veces, pensamos que estamos relajados sin darnos cuenta de que no es así.