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Los últimos 10 años de Marco Salas transcurrieron dentro de la caravana, concentrado en lo que debía ser su trabajo hasta el día en que las piernas fallaran; sin embargo, su infortunada sanción de un año lo obligó a tocar puertas para no depender solo del aporte de su esposa ni condenarse a las labores del hogar.



Cuatro de los siete corredores que hicieron de este 2013 el más nefasto en la historia del dopaje en el ciclismo tico, accedieron a abrirle las puertas a La Nación para contar su otra historia, no la de la culpabilidad o la inocencia, sino la de la familia y la responsabilidad, de todo aquello que la sombra del error trajo consigo.