El emblemático violinista Gideon Kremer se atrincheró este sábado en el Teatro Nacional con su Kremerata Báltica para mostrar cómo la buena música es como el vino: tiene cuerpo, sabor, aroma y, sobre todo, desencadena todo tipo de pasiones.
El emblemático violinista Gideon Kremer se atrincheró este sábado en el Teatro Nacional con su Kremerata Báltica para mostrar cómo la buena música es como el vino: tiene cuerpo, sabor, aroma y, sobre todo, desencadena todo tipo de pasiones.