Para transformar un auto solo se necesita una cosa: soñarlo. Es así de sencillo, David Kindig sonríe, se rasca las barbas y se llena la boca con la siguiente promesa: “Si puede imaginarlo, podemos construirlo”.
Para transformar un auto solo se necesita una cosa: soñarlo. Es así de sencillo, David Kindig sonríe, se rasca las barbas y se llena la boca con la siguiente promesa: “Si puede imaginarlo, podemos construirlo”.